10 dic 2007

El país de la felicidad.

Ya sé que hablar de felicidad resulta peligroso y a veces rematadamente cursi, pero en ocasiones resulta bueno hacerlo para comprobar el camino que toma tu vida. Con la llegada en breve del nuevo año se nos abre un horizonte repleto de buenos augurios -dependiendo, ser así o no, de cada uno-.

Observa la gente que te rodea. Conozco mucha que se atreve a llenarse la boca de felicidad. Glotonamente, sí. Se les ve casi siempre desestresados, lustrosos, sin necesidad de body building, y casi recién terminados de una liposucción cerebrar; porque ya me diréis que aunque pueda existir eso de la felicidad completa, decirlo, mostrarlo o más aun, realzarse sin ningún pudor es señal de un mal gusto asombrante, cuando no denota una inconsciencia total; os recuerdo, el primer pecado nacional: la envidia. Afortunadamente son sólo una excepción, o sea , que los demás nos conformamos con intentar comprender, averiguar o llegar a conocer lo más recóndito y profundo, en lo cotidiano, eso de ser feliz y buscar los trocitos de un estado anímico y emocional tan subjetivo, tan diferente de una persona a otra, de un día a otro o de un momento a otro... y que te puede cambiar en menos de un minuto, pasando de estar envuelto en una brisa de profunda felicidad, a no estarlo, y encontrarte en un estado de gran tristeza.

Una mañana de primavera, de esas en que los pájaros cantan y que estas feliz porque la sangre se te altera, te levantas con la sonrisa puesta y te la tienes que volver a quitar, porque es sábado pero...¡a las ocho de la mañana!,¡ malditos pájaros! piensas, sin tener ellos la cumpa. En fin, sólo te queda resignarte pues el tren de los sueños ya lo has perdido. Aun así, te vuelves a poner la sonrisa, las zapatillas de andar por casa y con la sangre dando brincos por todo tu cuerpo, desayunas. Pero, ¡OH, porca miseria!, un cielo plomo cae sobre ese tuyo maravilloso día. Sales a la calle confiada en que nada peor puede sucederte. La panadería esta vacía, pides una barra de pan y el periódico. Tu corazón esta dando brincos de contento; hoy es el día, hoy vas a verlo. Con la cabeza alta y el periódico bajo el brazo, caminas de manera ligera -¿y sensual?-¡Dios mío, allí esta! a tu derecha sin camiseta y en pantalón corto, el pelo revuelto y una bonita sonrisa. Sus ojos clorofila cruzan como un rayo tu espacio vital y ...cual fuego quema los tuyos, pareciendo que estáis solos. Continúas andando, moviendo las caderas y sin dejar de mirarlo, puesta con esa sonrisa de boba, cuando de repente... ¡¡¡PUM!!! ¿POR QUÉ PONENE BANCOS EN LOS PARQUES? tu sonrisa vuelve a decaer, pero esta vez acompañada de un rubor aterrorizante que invade todo tu ser, y para colmo de tener que soportar un gran chichón te has quedado sin el pan, el periódico y lo que más te entristece, sin el chico, pues ha seguido corriendo sin darse cuenta de tu existencia. Llegas a casa simulando tu sonrisa, cansada por la experiencia vivida y derrotada por la fortuna de haberte levantado con la pierna izquierda. Te quitas la sonrisa e intentas volver a coger el tren de los sueños.


Hay ocasiones en las que te atreves a escribir historias como la que acabas de leer; por lo que me gustaría hacerte proposiciones, no indecentes, de que puede hacerte feliz (...) Me pregunto por qué conformarnos sólo con un viaje, un masaje, la nieve, aprobar una asignatura, el cubano o nacional de turno...algunas de las pequeñas y singulares circunstancias, que por momentos nos hacen vivir en estado de felicidad. Os animo a ser egoístas y ambiciosos - aunque sea tan solo una vez en la vida-, y a daros muchos caprichos, muchos gustos, muchas concesiones; a hacer lo que realmente os apetezca para ser lo más felices que podáis. Sin remordimientos ni malas conciencias, sin reproches ni caras raras. Sólo PORQUE SÍ, porque queréis y porque ser feliz es más una cuestión de voluntad que de objetivo cumplido.

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